Intervenir en el patrimonio es una de las tareas más complejas para un arquitecto, y no solo técnica sino moralmente. Por ello es necesario conocer la evolución de las diferentes ideas y teorías de intervención en este ámbito a lo largo de la historia. No debemos olvidar que la arquitectura como el resto de las artes, evoluciona ligada a las corrientes de pensamiento de cada época.
La primera pregunta que nos podemos hacer es ¿qué características ha de tener una construcción para ser considerada como “Monumento”? La respuesta daría para días… pero avancemos algo más deprisa. Una vez que un edificio, ya sea de uso religioso, civil o doméstico, es considerado o declarado poseedor de valor patrimonial, requiere de un especial control, mantenimiento, conservación y/o restauración.
El hecho poseer esta etiqueta no implica que exista un estándar en cuanto a las intervenciones: no hay un control ni revisiones periódicas y (en principio) debería de existir una supervisión técnica en las intervenciones realizadas. Aquí es donde entran en juego las teorías de la restauración: diferentes tendencias o formas de intervenir en el patrimonio, con diversidad de criterios, en algunos casos opuestos, pero considerados gran parte de ellos como válidos.
Estas teorías pueden hacer que la conservación o restauración de un edificio patrimonial, pudiera ser muy diferente en función de las teorías aplicadas en cada proyecto, así como influir en la elección de materiales y técnicas constructivas a la hora de intervenir.
A continuación voy a tratar de resumir algunas de estas teorías, que comenzaron a fraguarse desde mediados del s. XIX, cuando se comenzó a tomar conciencia sobre la protección de los monumentos históricos:
Viollet-le-Duc apostaba por devolver al edificio a su estado original o incluso un estado que debería haber tenido y nunca tuvo. La llamada “restauración estilística”, es una teoría controvertida, que daría pie a llegar a la profunda invención y incluso a la agregación de elementos que podrían o no haber estado, pero que responderían al estilo primitivo del edificio. Al quedar total o parcialmente destruida una construcción, en la actualidad no se admitiría una reconstrucción fidedigna de las formas y estilo del momento original. El volver a ese origen, nos lleva a la falta de autenticidad además de que esta teoría no admite la coexistencia de elementos constructivos de épocas posteriores por amplio valor que posean. Quizás nos pueda sonar el concepto de “falso histórico”. Esta teoría mantiene seguidores a día de hoy.
John Ruskin defiende la teoría totalmente opuesta a la de Viollet-le-Duc: está en contra de la restauración. Mantiene el “dejar morir” a los edificios, que las ruinas evolucionen sin ningún tipo de intervención, simplemente con una mínima conservación.
Camilo Boito propone un “punto intermedio” entre Viollet-le-Duc y Ruskin. Es considerado como el padre de la “restauración científica” o del llamado «restauro moderno». Boito aboga por la coexistencia de los diferentes estilos que posea el monumento, sin ser necesario unificar el estilo. Propone también la diferenciación material entre lo antiguo y los añadidos modernos, tratando de poner en valor la autenticidad. En resumen, respetar la evolución histórica, reparando y conservando, pero no rehaciendo.
Las Cartas Internacionales de la restauración, como la Carta de Atenas (1931), la Carta de Venecia (1964), la Carta de Amsterdam (1975), etc. fueron documentos que definían criterios y recomendaciones en el ámbito de la restauración y aportando una visión científica, a los que se suscribían expertos y que suponían fuente de inspiración para la legislación a nivel internacional en este ámbito. Las dos corrientes de restauración más seguidas hasta mediados del s. XX fueron la de Viollet y Boito.
Las corrientes más actuales defienden entender el contexto de cada monumento o la realización de estudios históricos pormenorizados. Comenzamos a hablar de los diferentes criterios de valor: valor histórico, valor arquitectónico y valor simbólico.
La cuestión, a día de hoy, es ¿conservar o restaurar? ¿Qué factores influyen a la hora de tomar una u otra vía? Económicos, culturales, sociales, políticos, históricos. Por ello la intervención en el patrimonio arquitectónico es y seguirá siendo tan variopinta. Además, no podemos olvidar que cuando un edificio es dotado de protección y considerado con valor patrimonial, es porque se trata de un bien único e insustituible, y una actuación sistemática haría perder gran parte de su valor por tratarse de un elemento notable y singular.
«Intervenir en el patrimonio, ¿conservar o restaurar?” por Silvia García
*Fotografías de la Venta de Borondo realizadas en octubre de 2017 por Silvia García
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