Algo más de dos semanas han pasado de la noticia que a más de uno nos dejó boquiabiertos, tanto, que personalmente, no hemos sido capaces de digerir: “Cortan y roban parte de una columna renacentista del convento de San Clemente”.
El maravilloso casco histórico de Toledo ya está bastante machacado por diferentes causas, entre ellas, por el turismo o por los cambios debidos a las “modas arquitectónicas”, esos añadidos inevitablemente ligados a la evolución de una ciudad, aunque mucho se empeñen en hacer oídos sordos, o mejor dicho, “ojos ciegos”.
No es solo la afición y vocación por la defensa del patrimonio y es particular del perteneciente a la tierra en la que vivimos, sino que nos toca muy de cerca. Subir la calle San Clemente, uno de los últimos tramos en nuestro camino hacia la Facultad de Humanidades de Toledo (Universidad de Castilla-La Mancha), donde realizamos el Máster de Patrimonio Histórico. Un empinado pero precioso camino recorrido a diario para los que vivíamos al otro lado del caso, en la zona de la judería. Este lugar ya sufrió un gran cambio. Los usuarios de este camino también sufrimos el famoso “Plan tacones” justamente ejecutado en esta calle, que supuso un cambio de pavimento para mejorar el tránsito de ciudadanos y visitantes. Otro post podría llevarnos comentar nuestra opinión sobre esta intervención, de la que creemos buena iniciativa con desafortunado nombre.
Calle San Clemente en febrero de 2013, antes de la intervención del «Plan tacones»
Centrémonos. Una foto en prensa que lo decía todo. Un convento de clausura, hermético, por supuesto, por eso llaman de clausura. Un corte limpio, perfecto, en un elemento arquitectónico de una de las puertas de acceso al convento de San Clemente. Una portada de estilo renacentista plateresco (S. XVII) con la autoría atribuida a Alonso de Covarrubias, el que también merecería una o quince entradas específicas sobre su obra en este blog.
Tras el expolio de este trozo de columna tan maquiavélicamente bien ejecutado, las autoridades demandaban, pedían, solicitaban a los cuerpo de seguridad, un incremento en la vigilancia, especialmente para la próxima, futura, inmediata restauración de emergencia.
Tarde. A esto podría llamarle “matar moscas a cañonazos” o “a grandes males, grandes remedios”. Reseñar en prensa el malestar entre ciudadanos y defensores del patrimonio es un grave error. ¿Acaso los defensores del patrimonio no son ciudadanos? ¿No es uno de nuestros deberes como ciudadanos la defensa de nuestro patrimonio? Todo ello nos lleva al lugar de siempre, al debate sobre la gran laguna actual en lo referente a la educación patrimonial.
¿Dónde están los límites? Si el patrimonio es algo de todos, ¿tengo derecho a hacer con él o a tratarlo como bien me plazca?
A raíz de la búsqueda en internet sobre este atentado contra el patrimonio, encontré este artículo titulado «Te Kiero Loli» (por favor, leedlo, no me diréis que el título no es revelador), en el que también se comparte la idea anterior de la educación patrimonial, como solución a largo plazo, además de las leyes; a corto plazo proponen la realización de copias y el traslado de las obras originales a buen recaudo.
Simplemente pensemos que un día nos levantamos y vemos que una rueda de nuestro coche ha desaparecido o nos han robado un trozo de la carpintería de la puerta de nuestra casa, con el fin de ser vendido en algún “mercado negro” para obtener un beneficio o recompensa con prácticamente cero esfuerzo y sin importar quién está detrás de esa puerta o ese coche.
*Fuente e imágenes:
“Ataques al patrimonio” por Silvia García
*Fotografía de portada y calle San Clemente realizadas en 2013 por Silvia García
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