Cuentan las leyendas que Castilla era tierra de gigantes, duendecillos, gamusinos y encantadas. Y es cierto que algo de mágico tiene; solamente hace falta pasear por la escarpada Toledo o la imponente Cuenca para darse cuenta que la Historia vive en perfecta consonancia con sus habitantes, mostrando orgullosas e inmutables sus tesoros más preciados. Lo urbano y lo rural se mezclan, sin robarse protagonismo el uno al otro, pues pocas cosas se comparan a la belleza de los campos de almendros en flor, las tropas de girasoles en un día cálido, o, ni qué decir tiene, a la celebérrima meseta alcarreña.
Tierra de órdenes militares, de personajes ilustres y de soberbios molinos que desafían las colinas para dibujar un horizonte. Tierra que huele a uva, romero y azafrán, dorada por sus cultivos y bañada por sus humedales. Tierra que hay que conocer para comprender.
Si me preguntan si me gusta ser de una tierra como esta, mi respuesta es rotunda: sí, me gusta ser de Castilla-La Mancha.
¡Bienvenidos a La Tierra Infinita!
“Gigantes, duendecillos, gamusinos y encantadas” por Paloma Redondo
*Fotografía del atardecer en La Mancha realizada por Silvia García.
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